El ritmo cardíaco normal es una actividad eléctrica sincronizada que facilita la contracción regular y coordinada del músculo cardíaco. Este proceso es esencial para una circulación sanguínea eficiente en todo el cuerpo. Los elementos fundamentales implicados en el establecimiento y mantenimiento de este ritmo incluyen las propiedades eléctricas únicas de las células del músculo cardíaco, la función del marcapasos del nódulo sinoauricular (SA), el sistema de conducción especializado y los mecanismos iónicos subyacentes a cada fase del potencial de acción. Las células del músculo cardíaco exhiben propiedades eléctricas únicas, como automaticidad, excitabilidad y conductividad. Estas propiedades permiten a las células generar y propagar impulsos eléctricos, asegurando un latido cardíaco estable y coordinado. El nódulo SA en la aurícula derecha actúa como marcapasos primario, iniciando el impulso eléctrico responsable de cada ciclo cardíaco. Este impulso se propaga a través del sistema de conducción especializado, que incluye el nódulo auriculoventricular (AV), el haz de His y las fibras de Purkinje, asegurando una propagación rápida y ordenada de la excitación por todo el corazón.
El potencial de acción en las células cardíacas comprende varias fases (0-4), cada una caracterizada por mecanismos iónicos específicos. La fase 0 implica una despolarización rápida debido a la apertura de los canales de sodio (Na+) dependientes de voltaje, mientras que la fase 1 representa la repolarización inicial resultante de la corriente transitoria de salida de potasio (K+). En la fase 2, la fase de meseta, la entrada de calcio (Ca2+) a través de los canales de Ca2+ tipo L equilibra la corriente de salida de K+, manteniendo el potencial de membrana. La fase 3 representa una repolarización rápida debido al aumento del flujo de salida de K+, y la fase 4 es el potencial de membrana en reposo mantenido por la bomba Na+-K+ y los canales iónicos de fondo. Varios factores, incluidas las enfermedades cardíacas, los medicamentos y las hormonas circulantes, pueden alterar el ritmo sinusal. Las enfermedades cardíacas, como la isquemia o el infarto de miocardio, pueden alterar el sistema de conducción eléctrica. Al mismo tiempo, ciertos fármacos y hormonas pueden modular la función del canal iónico, alterando la trayectoria y duración del potencial de acción. En conclusión, la electrofisiología del corazón implica una interacción compleja de estructuras especializadas, movimientos iónicos y potenciales de membrana. Estos elementos trabajan de manera cohesiva para generar y mantener el ritmo cardíaco normal, asegurando la circulación eficiente de la sangre por todo el cuerpo.